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Son como árboles plantados junto a la ribera de un río
    con raíces que se hunden en las aguas.
A esos árboles no les afecta el calor
    ni temen los largos meses de sequía.
Sus hojas están siempre verdes
    y nunca dejan de producir fruto.

»El corazón humano es lo más engañoso que hay,
    y extremadamente perverso.
    ¿Quién realmente sabe qué tan malo es?
10 Pero yo, el Señor, investigo todos los corazones
    y examino las intenciones secretas.
A todos les doy la debida recompensa,
    según lo merecen sus acciones».

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